En Clave de Sol hemos llorado de alegría, pero también de tristeza, hemos proclamado a los cuatro vientos que la falsa humildad,...
...,es la mayor hipocresía de la humanidad. También hemos dicho que lo que nosotros y cada uno de nuestros oyentes, vecinos, compañeros de trabajo, sentimos como verdad, como acto sincero y, por qué no, como propio, debe ser exportado a quien escuche o lea. El problema siempre han sido los celos de lo propio, de los pensamientos, de los amores que se sienten únicos. Por todo esto, tras recibir algo que roza lo personal, tanto para mí como para el programa Clave de Sol 5.3, como para la revista, que no dejan de tener mi espíritu y el de todos los que andan conmigo, y el deseo de quien escribe de que se conviertan esas líneas dignas de vivir dentro de ellas en un artículo más de la revista, me despojo de todo sentimiento de hipocresía y afirmo que la revista, abierta a música, poesía, rock y todo lo que se salga de la falsa vanidad, y digo que estas líneas son lo más grande que me ha pasado aquí, en esta radio, a través de esta revista y de los más reconfortante en toda mi vida. Por ello, Marga Sola (Autora de esta belleza), aquí tienes una plataforma, aquí tienes tu plataforma. Eres una más de este equipo sin nombre. Y aquí tienes tus líneas llenas de vida. Gracias por escribirme esto, esta carta al director que no piensa sino con el corazón. que tiene ganas de todo, que vive, como dice el Maestro Sabina, en la sala de espera de la esperanza. Gracias porque con solo una de las palabras que contiene es oro se construyen graneros de esperanza. Gracias por pensar así de nosotros, de mí.
Esta carta, escrito, poema, prosa, vida es de Marga Sola, es a partir de ahora la campanilla que avisa de que no se duerman nuestros sentidos, de que no se duerman los míos. Gracias.
Me escribe Marga:
Esto que voy a contar
no es más que una historia real con afectos especiales.
Porque él lo vale.
Porque ya era hora de que alguien le devolviera un poquito apenas de
lo que él nos da. Y porque no hay mejor medio que este, su medio, su
fábrica de sueños, el lugar donde nos enseña y nos conmueve cada
día y noche, para hacerle un homenaje. Porque los homenajes deberían
ser para los vivos; para los muertos, el recuerdo basta.
Porque nos permite reir
y llorar con cada palabra. Con cada frase, nos transporta. Nos hace
sentir que hemos llegado a casa. Cálida, cómoda, llena de sabores,
de músicas y sonidos ignorados, hogar de personas (que no de gente)
que se mueven y empujan este mundillo de sinsabores para sacarle
brillo.
Su arte es el de la
palabra y el saber, pero también el de la humildad y la bondad. El
arte de alumbrar lo que toca y de dejarse iluminar. El difícil arte
de ser grande sin un atisbo de vanidad.
Como una esponja que
absorbe para empapar a su alrededor, comparte sin tapujos. Defensor
de causas perdidas con el mismo entusiasmo que las ganadas de
antemano, como una estrella en la noche oscura.
Porque de la nada saca
una idea, un proyecto, una ilusión, haciendo sentirse viva hasta a
la piedra que se cruza en su camino. Removiendo muros imposibles y
conciencias dormidas.
Porque el optimismo es
su bandera y hacia un mundo mejor se dirige su camino. Porque sí se
puede uno sonreír de las zancadillas y los fracasos, de los
moratones de la vida.
Porque el miedo lo dejó
en la batalla, ni se arrodilló ni se perdió a si mismo. Buscador
inquieto de la verdad y la justicia, mientras de fondo suena el rock
que lo inspira.
Es por ello que quiero
darle a beber de su propio y bendito veneno. Si me deja. Porque ya
tocaba que un día sea el protagonista de su propia historia, que no
es (la suya) ni menos historia ni menos grande que la grandeza que él
pone en otras vidas.
A José Martínez...