Hace ya
tiempo que cuando hacemos exteriores en festivales, en conciertos o
en presentaciones, llevamos una pregunta al hombro que ya casi se nos
ha encostrado de tanto usarla. Con los tiempos que corren: ¿Se le
quitan a uno las ganas de seguir protestando en la música, en las
letras de las canciones, o por el contrario, las ganas son más?. La
respuesta, podemos afirmar que es unánime. En el cien por cien de
los casos es: ¡Qué va!, ¡muchas más ganas!, no por nada, sino por que
tiene ¡aún más sentido ahora!
Música
y letras contra el decoro y los hechos -citando una banda que por cierto
tendremos con su nuevo nombre en L´Armita Rock en un par de meses-,
y riesgo, ese que siempre está latente. Si, riesgo, porque quien
tiene la suerte de tener un trabajo se arriesga a perderlo, y quien
no lo tiene, solo por el simple hecho de cantar contra el sistema tendrá más puertas cerradas a la hora de encontrarlo. “Tenemos
motivos de sobra para hacerlo”, idéntica respuesta en casi todos.
Motivos para decirle al mundo que estamos más que hartos y que no
queremos seguir soportándolo, que nos somos muñecos ni marionetas a
las que se pueda dirigir tan fácilmente, que la música tiene un
don: permanecer unida por la melodía y por todo lo que conlleva para
los músicos ser los mensajeros de quien no puede expresarse más
allá de las barreras de su barrio. Podría citar uno a uno los
grupos, las bandas y los solistas que han contestado de esta forma,
pero son tantos que si hablo de la música en general no estoy
ahorrando en palabras. Es así. Repasar varios títulos de discos nos
puede hacer una idea de lo que hablamos en estas líneas. Venden
Humo, Girando en el Laberinto, Renacer es amanecer en la oscuridad,
Censura, Cartas Marcadas, Rebelión. Títulos que hablan de todo un
disco, y de mucho más que eso, de toda una forma de concebir
situaciones como la que vivimos en que todo es aún más convulso de
lo que parece. Si, sí existe la canción protesta, si la pregunta o
la cuestión personal es la de que cualquier tiempo pasado fue mejor,
que ya no se hace música que hable de la realidad del pueblo llano,
que denuncie situaciones de desalojo social. Existe, y para
comprobarlo no hay más que leer algo sobre las actuaciones que se
vetan a base de mentiras por parte de las instituciones de gobierno.
¿Por qué?. No es porque moleste el ruido, ni por problemas
sobrevenidos a última hora, ni por falta de permisos. Es porque lo
que se escribe y se lee en la mayoría de los casos despierta
conciencias críticas y ganas de agarrarse a que esto puede y debe
cambiar. Y si todo lo que se escribe y se lee despierta conciencias
cuando es asimilado, lo que se escribe para ser interpretado en un
escenario en unas escasas dos horas llega más, como un cuchillo
afilado clavándose entre dos costillas. Rock, Punk, Metal, Jazz,
Blues. Ojalá que esto cambie, y ojalá que aunque lo haga, esta
forma de componer y enseñar lo que la calle siente forme ya parte de
la memoria histórica colectiva. Ojalá que sigamos pensando que
tiene más sentido que nunca.