martes, 25 de marzo de 2014

Revistas, Radios e Historias Inmensamente Breves. Una tarde con Alexia.

Historias pequeñas sobre las mil cosas que siempre se quedan en el tintero de un particular después de visitar La Gran Evasión, con Alexia Salas.

En realidad para contar una buena historia tampoco hace falta tanto. Hace falta una buena historia que contar. No poseemos un aparato mágico que mida la longitud ni en el tiempo ni en el espacio que nos permita medir como de grande o de pequeño, de breve o de extenso, debe de ser algo que merezca la pena ser contado. Yo hoy cuento con varios ingredientes para poder contar algo, una historia que dura lo que dos peces de hielo en un whisky on the rocks o lo que tarda en llegar el invierno. Una sensación especial convertida en palabras, en risas, en ese algo que es difícil de explicar hasta en un espacio tan breve como este. Alexia Salas es una de esas cosas convertidas en un suceso de hoy. Como todos los cuentos que no tienen un protagonista definido, este de hoy tampoco lo tiene. Es el Dios de las Pequeñas Cosas. Es el origen de algo que se ha quedado en el tintero y que en el fondo, según este humilde presionateclas, es el comienzo de esta tarde, de mi particular Metrópolis FM, de Clave de Sol 5.3 Radio, y de la revista también. Se podría decir que Arundhati Roy es mi Dios. También el de mucha gente más, lo sé, esa es la grandeza de pertenecer a un olimpo cualquiera, y de ser, a su vez, más todopoderoso que el grande y magnánimo Dios unicelular. Eso es lo inmenso de ser un Dios pequeño. Un conjunto de hojas escritas, una descripción impecable de la calma que precede al monzón en Nueva Delhi, la historia de Estha y Rahel, de Ammu, de Bebe Kochama, y sobre todo de un amor enorme construido con barquitos de madera y convertido en mártir también a través de un palo que se clava en las costillas y que hace que se escuche su crujir como si de un gemido de placer se tratase. Ahí comienzan las andanzas de la radio, de lo que en su día fue Onda Libre, y que el viento ha llevado a ser Clave de Sol muchos años después. Ahí comienzan las peripecias de un proyecto corto en el tiempo pero que ya perdurará desde hoy en el aire a través de una voz que no es la mía. Es la voz de Alexia Salas. Con una fuerte dosis de egoísmo, de ver plasmado en algo imborrable todo lo que uno ha soñado alguna vez, o algunas veces, que se publicase, de ver aunque solo sea una caricatura anónima con tu nombre debajo. Con el afán de quien siempre soñó imposibles, de ver la música acompañándole en la inmensa Road Movie que es este medio vocal y aquel escrito también. Se han quedado cosas en el tintero. Retales de vida como el que trato de adornar quizá en exceso. Pero se han incrustado otras para siempre en los cimientos cada día más profundos de Metrópolis. Se han quedado risas, muchas palabras, música y músicos. Se ha quedado Sabina, Johnie Winter, el Blues, el Rock más puro y el menos también, el susurro permanente que es la voz de Alexia y mi admiración hacia ella. Se ha quedado también pendiente la mejor rockera de todos los tiempos. Sí, una rockera virtual, parida por el padre espiritual y literario de Arundhati, Salman Rushdie. Se ha quedado pendiente Vina Apsara. Quizá su música vuelva sin llamarla ni pulsar ningún play. Ese día quisiera, que aunque fuese el fin del mundo, me pillase bailando, sin que el maquillaje pueda esconder la risa que hoy, en este lugar, y a esta hora, hace que me sienta como hace muchos años ya, más joven que ayer, y mucho menos que mañana.