sábado, 29 de marzo de 2014

Memorias: El mundo puede cambiar, pero no sin tu ayuda.

"Atención pido al silencio y silencio a la atención, que voy en esta ocasión, si me ayuda la memoria a mostrarles que a mi historia le faltaba lo mejor". José Hernández.

"Quienes lo han tenido cerca saben que es devastador. Que te deja desnudo por mucho que te vistas. Que es un terremoto íntimo. Esa cinta de la memoria que salta por los aires y deja todo a la intemperie. Ese frío que hay que sentir para comprender. Es el Alzheimer una palabra que la sociedad todavía no entiende". César Casal.

Frasca, Paula, Margarita,...Esos ojos impotentes clavados en los míos. Grita, pide sin pedir no se sabe qué. Ella sí lo sabe, pero no lo puede decir. Los pensamientos  van a un ritmo distindo del que las palabras que, descolocadas, se le escapan de la boca sin sentido. Esto se está alargando demasiado -la oigo pensar-. La función no acaba y yo quiero acabarla con dignidad. Niña, y ze ze que que nooooo, que que que. Claro madre, lloro por dentro. Y me dice con la mirada. ¿Te acuerdas cuando te ibas a jugar por esas calles con el frío?, yo ya no sé si hace frío o calor. Y, ¿Te acuerdas, niña, cuando vinieron aquellos zagales a buscaros una noche?, porque yo no me acuerdo. Sí, madre, claro que sí, que nos llamó de todo menos bonitas para protegernos de las malas lenguas. No, niña, yo creo que no me entiendes lo que te quiero decir. Sí, madre, sí que la entiendo, mantener la decencia es importante. Y, ¿Te acuerdas, niña, cuando jugabamos a las cartas todas aquellas noches largas de invierno? Poque no sé si recuerdas que yo te crié aún más que tu madre. Yo no me acuerdo ya. ¿Por eso me has llamado madre toda la vida igual que a padre? ¿Y aquellos tragos de "ponche" que te daba padre? ¡Qué malo estaba, madre!, ¡Todas la noches bebiendo huevo!. Pero él lo hacía con cariño y yo, con el mismo cariño y con la nariz tapada me lo bebía. ¡Qué suerte la mía, tener dos madres! Llevas el pelo muy largo ya. Más abajo de las orejas. Voy a cortártelo. No madre, no, que voy a parecer un niño.

"Ya ves, mi abuela, que le gusta el pelo corto". Dile a esta gente que se vaya a su casa -las lágrimas se le caen-. 
Entre mirada y mirada pienso que hace ya tiempo que empezó a irse, y, aunque no la olvido, intento aprender a convivir, a aceptar aún sin quererlo a quien vino después, a esa sombra. A vivir con el vacío que dejó y que se ha llenado con incertidumbres, gritos, delirios, desesperanza e incomprensión, descolocándonos a todos, como piedra angular que sale rodando. 
Anda que no era lista ella -me consuela oir-. Mucha gente nunca lo fue ni lo será, y si lo fue, ya nadie lo recuerda, que es lo que realmente importa, cómo te recuerdan cuando te vas. 
Pero que nos quiten lo bailao. Nadie podría haberse "ido" con el deber mejor cumplido, ni con más amor entregado, ni con más paz tan luchada. Tengo claro que hay vidas que ocupan pocas páginas por largas que sean, y otras que dan para libros y libros, como decía un amigo. Ella es montones de libros. 
Y aunque a veces ya no sepa mi nombre, yo siempre sabré quién es ella.

Un artículo de Margarita Sola.